La luz es una forma de energía. Encarna un aspecto fundamental de nuestro mundo físico, viajando por el universo en forma de ondas electromagnéticas. Esta energía radiante es un componente crucial para la percepción visual y, aunque es sólo un segmento dentro del extenso espectro electromagnético, es el único visible para el ojo humano.
El espectro electromagnético en sí es vasto, y abarca desde los rayos gamma, con sus minúsculas longitudes de onda, hasta las ondas alargadas de las radiofrecuencias. La luz visible ocupa una posición única dentro de esta gama: tiene precisamente la longitud de onda adecuada para ser captada por los fotorreceptores de nuestros ojos, lo que la distingue de sus homólogas invisibles (para nosotros) y subraya su singular importancia en el mundo natural. La visión humana puede detectar la luz comprendida entre aproximadamente 400 nanómetros (nm) y 700 nm.
Visión tricromática de los colores
La percepción de la luz en los seres humanos es un proceso refinado, ajustado a nuestras necesidades evolutivas. El ojo humano no registra todas las longitudes de onda de la luz, sino que está equipado con células especializadas dentro de la retina conocidas como conos, que están en sintonía con las longitudes de onda roja, verde y azul. El intrincado proceso por el que nuestro cerebro sintetiza las señales de estas células nos permite percibir un espectro completo de colores a partir de estas tres entradas primarias. Nuestra visión tricromática nos permite navegar y apreciar un mundo rico en colores.
Pero no todos los seres humanos perciben el color de la misma manera debido a una multitud de factores, como nuestra fisiología única, la experiencia personal que da forma al lenguaje del color, fenómenos como el metamerismo y los efectos de cosas como el contraste de colores o varias fuentes de luz con energías espectrales diferentes.
La importancia del color en la empresa
La comprensión matizada de la percepción humana del color tiene profundas implicaciones para industrias de fabricación como la pintura, los recubrimientos en polvo, los textiles, los plásticos, los cosméticos y la impresión, entre otras. En estos sectores, la precisión de los colores (a pesar de nuestra visión subjetiva del color) es imperativa, por lo que la gestión digital del color es esencial para garantizar que las tonalidades sean coherentes y precisas en todas las fases de la producción.
La ciencia de la medición y formulación del color depende en gran medida de nuestra comprensión de la interacción de la luz con los materiales y de la respuesta del ojo humano a las distintas longitudes de onda. Combinando este conocimiento con un aparato llamado espectrofotómetro, las empresas y los fabricantes pueden conseguir una consistencia cromática precisa, garantizando que los colores previstos durante el diseño son los que se entregan a los clientes, independientemente del medio o de las personas que produzcan el color.
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